EL SUEÑO DE DIONISIO (6)


Regina Páris, antes Raimunda Pérez, era la estrella del canal autonómico, a donde había llegado  tras pasar por una televisión local. Las malas lenguas decían que su salto de becaria a presentadora lo propició un consejero al que entrevistó en profundidad, éste, encantado con la interviú no pudo menos que dar un impulso a la  carrera de la joven. Cierto que la chica no era rápida de pensamiento , sin embargo estaba muy buena, ¿quién se iba a fijar en lo que dijera?.
Regina llevaba varias noches sin dormir. No eran remordimientos ni nada parecido, mas bien era rabia. Sí, estaba rabiosa. Ella se merecía un programa a nivel nacional, como el de Ana Rosa, cuando menos. Pero, para ello (según su razonamiento) necesitaría conocer a algún político importante y aunque había mandado correos a todos los ministerios solicitando entrevistarse con el ministro correspondiente, aún no le había respondido nadie. No lo podía comprender, incluso había adjuntado una foto suya ligera de ropa, eso nunca le falló hasta ahora.
 
Se sentía deprimida, pronto cumpliría treinta años, quizá comenzaba el declive, perdería la turgencia de su piel, le saldrían arrugas... ¡se vería obligada a demostrar que tenía cerebro dentro de la cabeza! Eso era lo peor, tener que hacer las cosas por sí misma. Sólo de pensarlo le daba vértigo.
Salió a la terraza, encendió un cigarro y observó el firmamento. El sonido de los coches  le llegaba amortiguado hasta el ático mientras dejaba vagar su mirada por el espacio nocturno, normalmente eso le relajaba. Le fascinaba el contraste entre las luces de la pequeña ciudad con los destellos de las estrellas, ahí, colgando del espacio como adornos de navidad.
Esta noche notó algo diferente, un impresionante fulgor azul atravesó el firmamento. En un primer momento pensó en una jugarreta de la  imaginación, ¿acaso ella tenía de eso?. De repente le salió la vena periodística, sí, un gran reportaje la catapultaría a un canal nacional, ¡lo que ella se merecía!
En apenas cinco minutos vació el armario buscando la ropa adecuada, quizá descubriese una historia de esas que dan la vuelta al mundo y no se trataba de ir de cualquier modo. Tras dos horas probándose trajes optó por un ceñido vestido rojo y taconazos, ¡vamos! lo ideal para aventurarse en la noche en pos de la noticia. Cogió la cámara que le habían regalado en el centro comercial una tarde que había ido a firmar sartenes y se metió en el mercedes deportivo obsequio del consejero-mecenas, dispuesta a ser famosa.
No había tenido en cuenta lo complicado que puede resultar conducir con aquellos zapatos de tacón, tampoco había previsto que necesitaba un cámara. ¿De qué le iba a servir el reportaje si no salía ella en primer plano? Sin necesidad de pensárselo mucho encontró la solución a ambos problemas. La solución respondía al nombre de Txumi. No tenía su número de teléfono, no obstante sabía dónde encontrarle a aquellas horas.
Txumi era técnico en imagen y sonido, llevaba dos años trabajando en el canal autonómico. Sus grandes aficiones en esta vida eran los toros y las mujeres. Dios no le había dado el valor suficiente para enfrentarse a los astados, así que se conformaba con verlos desde las gradas. Con las mujeres le pasaba algo parecido. Desde la cadena le habían pedido un poco de discreción en los encuadres que hacía de Regina, no querían que fuesen absolutamente castos, aunque sí consideraban conveniente que se le viese el rostro. Txumi lo hacía sin darse cuenta, lo suyo era puro instinto, aquella mujer le sublevaba sus más bajas pasiones.
Al verla entrar en el local de striptease pensó: “has bebido demasiado”, aspecto que se aproximaba bastante a la realidad. Cuando se le paró enfrente y le soltó todo aquel rollo del resplandor, no pensó en nada, ella le necesitaba, había ido a buscarle a aquel tugurio. Sintió que él era su hombre, aunque sólo fuese para manejar su auto y la cámara. ¿Qué no haría por ella? Cualquier cosa que le pidiese. Sentado al volante del deportivo se sintió el hombre más feliz del mundo. Tal vez todo aquello fuese una burda excusa para acostarse con él. Mira que son raras las mujeres, las cosas que se inventan para ligar.
A Regina no le hizo gracia que aquel botarate estuviese bebido, pero no podía elegir, no había tiempo. Por un momento tuvo miedo de que Txumi centrase todo el reportaje en sus pechos y aquella aventura periodística se convirtiese en un desastre.
-Pórtate bien Txumi y sabré cómo agradecértelo. Cárgate el reportaje y me encargaré de que tu carrera profesional acabe esta misma noche, -le dijo con la mejor de sus sonrisas.
Txumi estaba emocionado. Su entusiasmo le impedía distinguir el color de los semáforos y el sentido de las señales de tráfico. Sería una gran suerte llegar con vida allá donde fuese que se dirigiesen.

...CONTINÚA...


Eugenia Soto Alejandre
Fernando García Crespo

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