EL SUEÑO DE DIONISIO(4)


¡Y nada! Este hombre tampoco llegaba, ella, a punto de ser absorbida por un artefacto espacial y el papanatas de su primo sin aparecer. ¡Vamos, si por algo no lo había elegido a él! Nunca llegaba a tiempo. Como aquel día, cuando fueron al zoo, su primera y última cita. Tras pasear durante toda la mañana envuelta en olor a "salvajismo", a él, no se le ocurre otra cosa que fotografiarse delante de los monos, unos monos lascivos y hediondos que estaban todo el rato tocándose el "miembro". El mal rato de Piedad fue inenarrable, sin embargo peor fue lo  revelado por la foto: el gran parecido de Toribio con los macacos.  Desde entonces, cuando lo  veía,  en su cabeza se formaba la misma escena, su primo con los monos, ahí, dale que te pego...  evidentemente así no había manera de tener una relación seria y sus caminos se separaron.
El agente  marcaba con insistencia el número de su prima, aunque solo lograba escuchar al  buzón de voz con lo de la no cobertura. La "tenología" no era su campo, a él que le echaran unos  traficantes,  ladrones de plomo o  mafiosos, para eso estaba adiestrado, pero con la "tenología" no podía, él era un hombre de pelo en pecho y ducha mensual.
Estando en estas disquisiciones distinguió cierta claridad en la lejanía y consideró que se trataba de una señal, tenía que haberse dado cuenta antes, las líneas telefónicas podrían estar pinchadas, seguramente habría espías por medio, siempre había espías en todos los fregaos. Arrancó el 4X4, encendió la sirena y recogió, casi en volandas, a su compañero quien se despedía, no sin pena, del presunto y de su paquete.
Tenía la sensación de que su mente había sido sintonizada por la frecuencia alienígena. Sus pensamientos eran cada vez más estrechos, como si todo lo que no fuese: no te preocupes, todo va bien, confía, déjate llevar, relájate- no tuviese en su cabeza. Tenía una impresión demasiado densa de que sus pensamientos avanzaban en una sola dirección, como las reses camino del matadero. Aquello le produjo escalofríos.
-A ver si ahora va a resultar que soy un cobardillo. La ilusión de mi vida a punto de cumplirse y yo a punto de manchar los pantalones.
Estos pensamientos surgidos del puro instinto de supervivencia tenían serias dificultades de ver la luz, todo lo no positivo no entraba en el estrecho callejón por el que discurrían.
Miró hacia ella y se armó de valor, seguir a su lado eso sí que era terrible y digno de sentir auténtico pánico. Solo había que verla allí abducida por el teléfono móvil, histérica por no poder contarle a nadie aquella experiencia tan fascinante. ¿Habrán resuelto el problema de la cobertura los extraterrestres? Sería extraño que no fuese así.
Toribio no conducía, por algo era el jefe. Pero no había detalle en la carretera que no se le escapase, excepto cuando cerraba los ojos tratando de pensar. Lo cierto es que poner a funcionar el cerebro le provocaba un dolor de cabeza tan fuerte que perdía el conocimiento inmediatamente.

Estaba a punto de caer en  trance cuando, al salir de una curva muy cerrada, el jeep frenó tan en seco que su cabeza se estampó en el parabrisas, por un momento supo lo que sentían los mosquitos espachurrados en el cristal. Quedó tan noqueado que no fue capaz ni de abroncar a su compañero conductor. Cuando recobró la compostura, dentro de las limitaciones propias de la hora y las circunstancias alcohólicas, pensó que había quedado afectado por el golpe.
La causa del incidente estaba en una furgoneta parada en mitad de la carretera, hasta ahí normal (dentro de lo extraño), pero es que estaba viendo visiones, de la furgoneta no paraban de salir seres extraños, diminutos seres luminosos. ¡Qué "güevos" era aquello!
-Sargento, son los enanos del bombero torero, que dicen que si les podemos llevar, que la furgoneta está muerta. Nos dan unos pases para la corrida del sábado, ¿no se le hace raro verles así vestidos de toreros, con sus trajes de luces? Parecen sacados de una película de terror. Aunque vaya paquete gastan todos, ¿cree usted que se ponen algodón para aparentar? He oído que los enanos la tienen gigante. ¿Me oye usted mi sargento? ¿Se encuentra bien?

...CONTINÚA...

Eugenia Soto Alejandre
Fernando García Crespo

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