PRIMERA LECCIÓN



"No sé por qué el destino me llevó a ti. No sé...
Como la ola que lame la orilla y deja parte de sí en la arena, arena que se va con ella.
Una y otra vez. 
Somos agua y arena, confundiéndonos mientras la corriente nos deje, inventando una luna que  no cambie y  nos aleje." 

Miraba al frente, como hipnotizada por la línea del horizonte. 
Donde había nacido el sol se enredaba entre los montes, por eso le impresionaba tanto la recta delineada ante su mirada cada atardecer.
No añoraba aquel lugar abrazado entre montañas, no tenía recuerdos felices que la hicieran volver.

Había aprendido a convivir consigo misma, a suavizar los dolores, a lamerse las heridas.
A sobrevivir.

Le gustaba pensar que el cielo era un enorme océano misteriosamente suspendido sobre su cabeza. Tenía cierta tendencia a disfrazar la realidad.
Tenía que sobrevivir.

De nuevo un aguijón le atravesaba el pecho, aunque en esta ocasión la sensación fue más ténue.
Por fin... Sobrevivía.

Sus labios se arquearon esbozando una sonrisa,
una sonrisa cansada de asomar para espantar tristezas. 
Una sonrisa atraída por el recuerdo de aquella primera desilusión, cuando en su ingenuidad infantil soñó con llevarse el océano.

Despedirse de la inmensidad, 
despedirse de susurros salados de aventuras y pasiones intuidas, 
despedirse de la brisa que acaricia con  promesas de sol y de luz, 
¡es tan difícil!

Una larga noche para trazar el plan, una noche de estrellas sin luna para idear cómo robar el mar. Una larga noche para tan pocos años.

Y la marea la llamaba en cada embestida.

Apenas asomó la claridad  del alba corrió descalza hasta la orilla, iluminada por la idea que evitaría la ausencia. 
Aferrando un enorme tarro, el más grande que halló. 
Aferrando la esperanza de no perder el murmullo que acunaba sus veranos.

La resaca hundió sus pies en la arena de mil tierras mientras intentaba encerrar cada ola en la cárcel de cristal.

Una y otra vez el agua lamía sus dedos, que no se rendían e intentaban atrapar cada gota.
Una y otra vez el agua se reía resbalando por su piel.
Una y otra vez su deseo se escurría de aquel frasco donde no cabía.

Y envuelta en rabia arrojó el frasco con la fuerza de la desilusión. 

El sueño se quebró para perderse entre corales y sal,
entre lágrimas y olas, 
entre su sangre y los añicos del cristal.

Allí aprendió su primera lección vital: lo que no puede ser ,no es.

Allí, en la orilla, aprendió a sobrevivir.

Comentarios

  1. Me encanta!!! Visito poco este blog porque no tengo internet en casa (aunque parezca increíble), y cada vez que entro me sorprendes. Te dejo una canción que habla sobre supervivencia y renacimiento. Y un abrazo.
    https://youtu.be/wv_-kUkP998

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    1. Preciosa canción, gracias Marian por pasar por aquí. Me gusta que te sorprendas. Feliz año, guapa!!!

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