ANISOPTERA









Los cuentos le nacían, así, en un instante. Le llegaban como una marea, deslizándose bajo  su piel hasta los dedos, fundidos en tinta.
Fluyendo…
En cada línea…
Con cada latido…

Las primeras lluvias  desvanecieron las tardes de mosquitos, de esos que parecen arañas patilargas caminando sobre el agua,  predicando la indolencia.  
Se apagó el zumbido de las libélulas, de sus alas azules,  de su  vuelo consciente   de lo efímero. ¡Todo un lustro hasta poder agitar sus alas bajo el sol para, luego, desparecer con el frío!

Y  llegó una mañana en la que los cuentos se alejaron de ella, buscando un final. Veleros cargados de palabras, a la deriva, en un océano silente.
Y los añoraba. Los llamaba dejando botellas en cada ola pues apenas escuchaba la melodía de su corazón. Tenía que abandonarse muy dentro de sí misma para notar, apenas, un murmullo ahogado en la sima abisal de su pecho.
Con cada latido…
Con cada cuento perdido…

Dicen que las libélulas cobijan almas de paso.  Danzando entre los juncos.
Esperando….

Una noche de luna llena el buen viento  le trajo  el aroma de la higuera. Le trajo el sabor ácido de los sarmientos enredados entre vides. Le trajo el terciopelo de los melocotones.
Y pudo escuchar, el griterío de miles de letras perdidas en una cueva, pugnando por salir. 
Aleteando…

Cada semana te escribo una postal. La pongo cuidadosamente debajo de tu almohada, contándote lo mucho que echo de menos tus risas, el calor de tu piel, los ovillos de tus garabatos sobre el papel.
Cada semana te dibujo alguna de tus historias, de aquellas que regalabas antes de ser ninfa, antes de ésta cama en la que está tu cuerpo dormido.

Con el solsticio de invierno comenzaron a nevar palabras que atravesaron su piel, que revolotearon a su alrededor. Que respiró.
En cada latido…

Hoy se ha colado una libélula por la ventana. Me ha extrañado porque hace tiempo que desaparecieron los mosquitos que parecen arañas patilargas.
Hoy se coló una libélula para apagarse sobre tus sábanas.

Y un torbellino de cuentos errantes regresaron a mí.
Aleteando….
¡Y  volví a escuchar el tac tac de mi corazón!
¡Y sentí alegría, ganas de agitar mis alas, de girar y girar, de subir y bajar!
¡Y  de zambullirme en un cielo inusitadamente azul y extraviarme entre las nubes anaranjadas del ocaso!

Entonces,desperté...

Colorín, colorado.





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